Pius Tabat es uno de los cuatro seminaristas que fueron secuestrados por musulmanes el 8 de enero del 2020. Tabat contó su experiencia y lamentó la muerte de Michael Nnadi quien fue asesinado en dicho secuestro por predicar el evangélio.
Michael Nnadi era un chico de 18 años, estudiante de filosofía, que asistía a un seminario en el estado de Kaduna, Nigeria, junto a sus 3 compañeros Pius Tabat, Stephen Amos y Peter Umenukor.
«Cuando llegamos a la puerta, nos apuntaron a la cabeza con una pistola. El hombre armado cogió nuestros teléfonos, aparatos y objetos de valor y nos pidió que saliéramos. Nos llevaron por encima de la valla y nos sacaron del lugar para que no nos vieran las fuerzas de seguridad. Nos internamos en el monte esa misma noche» relató Pius.
«Nos vendaron para que no pudiéramos ver. Algo que nunca voy a olvidar es que un día estaba sentado y tenía un palo en la parte de atrás del cuello. Pensé que era el fin», agregó. «Nos llamaron más tarde para comunicarse con nuestros padres, para informarles de que habíamos sido secuestrados. Nos pegaron durante esas llamadas. Llorábamos de la tensión, mientras nuestros padres escuchaban por teléfono. Esta rutina continuó durante unas dos semanas. Cada vez que hacíamos la llamada, nos pegaban».
Pius asegura que él y sus hermanos fueron torturados día tras día, durante unas dos semanas. También relato cómo habían asesinado a Michael y el temor que sentían por su vida en ese momento.
«Durante esos días uno de los secuestradores empezó a hacer preguntas, y Michael intentó explicarle nuestra fe cristiana. Llegó un momento en que pidió que le enseñaran el «Padre Nuestro», y Michael se lo enseñó. Estábamos sentados con los ojos vendados y vinieron a buscarlo… Más tarde, esa misma noche, el jefe de la banda nos dijo que habían matado a nuestro hermano y que, si no les pagaban a la mañana siguiente, nos matarían a nosotros también. Fue una de las noches más largas de nuestra vida».
La mañana siguiente Pius cuenta que los secuestradores llamaron a sus familias y les dijeron que se despidieran, pues los matarían esa misma tarde. Sin embargo, tres días después fueron liberados.
«No creemos que sea una coincidencia que nos liberaran cuatro días después de que lo mataran. Fue como si su sangre nos liberara, él pagó el precio de nuestra libertad» confesó.
«Nuestros secuestradores eran pastores fulani, hablaban la lengua fulani. No podemos decir cuál era su motivo, pero las personas que conocimos en el cautiverio eran en su mayoría cristianas, por lo que no está fuera de lugar decir que se trata sobre todo de un ataque contra nuestra fe cristiana. Los lugares de culto o los líderes musulmanes nunca son atacados en nuestra zona, así que parece que el objetivo era nuestra fe católica» concluyó.