Tasha Hill, creció enfrentando desafíos debido a la ausencia de su padre, que murió en prisión cuando ella tenía solo siete años. Su madre, que era adicta, la abandonó y se encontró en un ciclo de abuso de drogas y encarcelamiento.
Debido a eso, se fue a vivir con sus tíos cristianos: “Me encantaba ir a la iglesia y estar en la casa del Señor. Fue la primera vez que sentí el poder de Dios atrayéndome”, recordó Tasha.
Sin embargo, a los 14 años, Tasha se involucró con un hombre mayor y se alejó de Dios. Durante este período, consumió drogas por primera vez.
“Comencé a despreciar la casa de Dios. Alrededor de los 15 años comencé a cortarme y a tener períodos de desmayos. A los 16 años tuve mi primera sobredosis de drogas. A los 17 años tuve mi primer hijo. A los 18 años fui a prisión. Entonces comencé a profundizar aún más en este lío”, dijo.
Con el paso de los años, Tasha fue a prisión varias veces por delitos relacionados con las drogas, y tuvo cuatro hijos.
“Tuve que dejarlos con la gente. Sentí mucho odio hacia mí mismo, vergüenza y culpa. Y pensé: ‘Estoy haciendo lo mismo que me destruyó con mis hijos’. Pero no sabía cómo salir. Fui esclava de ello”, relató.
Sin embargo, durante su estancia en prisión, tuvo un encuentro transformador con un compañero de prisión que la instó a recurrir a Dios. Esta experiencia la llevó a un profundo despertar espiritual y posteriormente encontró un nuevo propósito en la vida.
Tasha ahora se desempeña como directora de un programa de recuperación para mujeres, y ayuda a otras personas que enfrentan desafíos similares. Su viaje es un testimonio del poder de la fe y la redención.