El Carnaval es una festividad de origen pagano que se celebra en muchos países del mundo, principalmente en países con grandes poblaciones católicas.
Aunque su origen exacto es incierto, se ha especulado que el Carnaval se originó hace unos 5.000 años con los egipcios o los griegos, ya que hubo festividades que ocurrieron alrededor de los ciclos de la naturaleza y el universo en ambas culturas.
En la antigüedad, mucho antes del surgimiento del cristianismo, las personas tenían celebraciones en torno al solsticio de invierno y verano, y los equinoccios de primavera y otoño.
La palabra Carnaval viene del latín “carne-levare”, es decir, “eliminar la carne” en las casas y los comercios, pues se acercaba la Cuaresma y durante la Edad Media los pueblos cristianos de Europa y Eurasia pasaban los 40 días que dura hasta la fiesta de la resurrección de Cristo, sin comer carne.
Al tener que eliminar la carne se hacían grandes comelonas con mucha bebida. Sin embargo, en la actualidad se asocia más con un periodo de excesos, desenfreno, fiesta y libertinaje.
A pesar de que la Iglesia de Roma toleró el Carnaval, es importante recordar que como cristianos debemos cuidarnos de no participar en estas “festividades” que no nos edifican o convienen, y nuestro deber es agradar a Dios en todo lo que hacemos.
Al no conocer la procedencia de esta actividad, lo veremos como algo inofensivo, pero no debemos ignorar el significado espiritual y mucho menos las maquinaciones de Satanás. No te dejes engañar.
Y si aún deseas participar, pregúntate: ¿En qué me edifica esto?, ¿Afecta mi vida espiritual?, ¿Esto le agrada a Dios?…