Una nueva coalición rebelde armada, liderada por Hayat Tahrir al-Sham (HTS), logro rodear Damasco y declarar la “liberación” de la ciudad. Se confirmó que el presidente depuesto, Bashar al-Assad, y su familia, huyeron a Moscú, donde recibieron asilo político.
Este grupo, conocido como “Comando de Operaciones Militares”, está compuesto por diversas facciones islamistas y moderadas, que se han unido en la lucha contra el régimen de Bashar al-Assad, ISIS y las milicias respaldadas por Irán.
El líder del HTS, Abu Mohammad al-Jolani, busca establecer un gobierno basado en instituciones democráticas y en un consejo elegido por el pueblo.
En sus recientes declaraciones, el antes mencionado aseguró que su victoria es un triunfo para “toda la nación islámica” y destacó su compromiso de proteger a todas las sectas religiosas en el país.
Es importante recordar que, Bashar al-Assad, es la segunda generación de una dinastía autocrática que ha gobernado Siria por más de 50 años, tomando el poder tras la muerte de su padre, Hafez al-Assad, en el 2000.
Durante su mandato, Assad ha reprimido la disidencia y ha sido acusado de graves violaciones de derechos humanos, incluyendo ataques brutales contra civiles y el uso del hambre como arma de guerra. Uno de los episodios más notorios de su mandato fue el ataque químico en Ghouta en 2013, que dejó más de 1.400 muertos.
A pesar de los esfuerzos de la comunidad internacional por responsabilizarlo, Assad ha mantenido su poder.
Los rebeldes sirios han capitalizado la debilidad del gobierno de Bashar al-Assad, que enfrenta la presión de conflictos externos, como la guerra entre Ucrania y Rusia, y la creciente tensión entre Irán e Israel. El debilitamiento de sus aliados fue el que permitió a los grupos rebeldes avanzar y desmantelar el Ejército de Assad.