Huérfano criminal fue transformado por el amor de Dios Él me llamó
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Al cumplir los diez años, Nelson era un joven que quedó huérfano tras la muerte de su madre en los Países Bajos, lo que lo llevó a una infancia muy infeliz, con una actitud rebelde. Estuvo en ocho orfanatos sin que nadie supiera qué hacer con él por su comportamiento problemático.

A medida que crecía, adoptó malas costumbres y se acercó a malas influencias; se unió a la delincuencia.

“Todos esos viajes, dinero y sexo no sirvieron de nada. Creía que hiciera lo que hiciera, me pasarían cosas malas… Que siempre lo perdería todo. Que nada funcionaría. Pensé: ‘Si me convierto en padre, seré feliz’. Pero cuando me convertí en padre a los 20 años, eso tampoco llenó ese vacío”, comentó en un video de la Iglesia JerehSalem en YouTube.

Posteriormente, el joven delincuente conoció a su actual pareja y tuvieron un hijo. Ella, que procedía de un entorno religioso, animó a Nelson a acercarse a Dios.

“Ella ya era cristiana, se convirtió temprano. Nuestros valores no eran los mismos. Casi la pierdo por eso. Y toda mi vida he vivido esto. Sentí que me estaba perdiendo cosas, que venían cosas malas”, comentó.

Un día, siguiendo el consejo de su pareja, el delincuente decidió acudir a un servicio de JerehSalem; al llegar sintió que un cristiano le tocó suavemente el brazo para recibirlo.

“¡No me toques, hombre! Vengo de un mundo cruel, donde los sentimientos no existían. Pero parecía que este hombre sabía que necesitaba consuelo”, explicó Nelson.

En la iglesia, el joven se sintió tocado al ver a un ex delincuente que había cambiado su vida, y aunque desconfiaba de los cristianos, continuó yendo a los servicios y poco a poco su corazón endurecido se fue abriendo a la Palabra de Dios.

“Cada sermón parecía ser sobre mí. Había construido un muro a mí alrededor. Entonces, cuando sentí esto, salí enojado del servicio. Pero sentí que Dios seguía llamándome”, recordó.

Finalmente, en una llamada de un servicio, el propio Nelson tomó la decisión de entregarse a Jesús.

“Levanté la mano en el aire. No sé qué pasó, fue Dios. Me tocó. Sentí que me estaba volviendo libre. Que ya no estaba solo. Sentí calor desde los dedos de los pies hasta la cabeza y comencé a llorar. No podía dejar de llorar. No estaba acostumbrado a llorar. Pero la sensación que tuve fue tan real y hermosa”, testificó.

Aceptando a Cristo en su corazón, la vida de este hombre fue muy distinta y dejó atrás la vida delictiva. Se casó con la madre de su hijo. Actualmente, el ex delincuente vive la plenitud del Evangelio y ha disfrutado de muchas de las bendiciones del Señor.

“Ahora tengo una nueva familia: mi iglesia. Tengo una casa donde vivo con mi hermosa familia. Cuando no tenía hogar, pasaba por esa casa y pensaba, si tan solo tuviera esto. Empecé como limpiador y ahora tengo el trabajo de mis sueños, en el sector sanitario. Y trabajo con gente que ha pasado por lo mismo que yo. Todo lo que puedo decir es que he sido bendecido desde que me convertí”, finalizó.

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