Si bien es cierto que creció en un entorno cristiano, existen personas que, a pesar de conocer a Dios, no tienen reparo en rebelarse contra Él y decidir sus propias normas.
Así fue la historia de Amanda Micaele, quien en su periodo de ceguera espiritual decidió unirse al culto de la Umbanda (religión afrobrasileña) con el fin de obtener poder y prosperidad.
“Siempre escuché la historia de que hay Dios y hay demonios. Para mí, el cristianismo no tenía mucho sentido, así que llevé una vida que ‘sentí a mi manera’”, compartió a través de Instagram.
La chica dijo que después de ese episodio había llevado una vida de transgresiones y adicciones. A medida que iba creciendo en el pecado, Micaele encontraba en la hechicería el camino perfecto para poder llegar a placeres materiales cada vez más intensos.
“Pagué una cantidad e hice lo que me pidieron. Quería prosperidad y poder”, agregó refiriéndose a Umbanda.
Por un lado, ella había sido absorbida por esos rituales africanos y, por el otro lado, sin saberlo, su madre libraba una batalla en oración con Dios, para la salvación de su hija. Esto fue un grito que los propios brujos le revelaron a la joven, respecto al poder que ella contenía, que de alguna forma estaba “bloqueando” los planes siniestros que se esconden tras la hechicería.
“Pasaron los meses y nada. Eso me indignó y me enojó, llamé furiosa y pregunté ‘¿Por qué no sucede?’”, recordó.
“Amanda, realmente hay algo atado y descubrimos que tu mamá está involucrada en esto, que ora por ti y no podemos seguir adelante”, le informaron a la joven.
Frente lo que había encontrado, al principio expresaba su rabia y llegó a enfrentarse a Dios diciendo que no deseaba ser escogida por Él. Pero al pensar en su pasado se dio cuenta de que su camino al abismo podría cambiar, siempre y cuando admitiera sus pecados.
“Hubo mucho sufrimiento involucrado, no solo arruiné mi vida, sino también la vida de quienes me rodeaban”, comento.
“Dios me quitó la venda de los ojos y pude ver todo, vi mi vida en el estado en que estaba, era el fin de mi vida y me arrepentí”, concluyó convencida de que el poder de Dios es mucho más fuerte que cualquier otra cosa, lo que permitió un cambio radical en su vida.