La oposición a la ideología LGBT ha llevado a la persecución de muchos cristianos, lo que ha resultado en despidos, vergüenza en escuelas y universidades y, en algunos casos, persecución.
El reverendo Bernard Randall, de 51 años, capellán de la escuela, fue despedido hace 4 años por decirles a los estudiantes de la institución donde trabajaba que se oponía a la ideología LGBT y alentarlos a no estar de acuerdo si esa era su comprensión de los hechos.
El sacerdote no solo fue despedido en ese momento, sino que también fue denunciado ante Prevent, una iniciativa del gobierno británico para denunciar casos de terrorismo dentro del país. Posteriormente, las autoridades rechazaron las acusaciones en su contra, diciendo que no había «riesgo de contraterrorismo o radicalización”.
A raíz de la persecución, el capellán fue castigado por la Diócesis de Derby de la Iglesia de Inglaterra y se le prohibió predicar. Incluso apeló ante los tribunales laborales, pero perdió todas las acciones contra el colegio, según información de The Christian Post.
Ahora, con el apoyo de una persona jurídica, Randall está tomando medidas en el tribunal ordinario contra Bill Penty, quien era director de Trento College y lo denunció en secreto ante la TRA (Agencia Reguladora de Educación).
El CLC (Christian Legal Center), que asesora al capellán, entiende que el director Penty está en una campaña de persecución con denuncias ante la TRA y otra agencia gubernamental, el Disclosure and Barring Service (DBS). Aunque la TRA ha decidido no abrir una investigación, la DBS aún no ha tomado una decisión y, si falla en contra del capellán, se le podría prohibir trabajar con niños y como reverendo.
Andrea Williams, directora ejecutiva de CLC, dijo que el caso era «un motivo de preocupación para todos», ya que el líder religioso cristiano fue reportado como «un riesgo para la salvaguardia por decir que se puede creer que el matrimonio es entre un hombre y una mujer».
“Si la Iglesia de Inglaterra y las autoridades escolares consideran que Bernard Randall no es apto para trabajar con niños, ninguno de nosotros estará a salvo. Expulsarlo de la vocación que ama, denunciarlo ante las autoridades locales por tutela e impedirle trabajar con niños está destruyendo su vida. No le han permitido predicar un sermón en más de cuatro años. El caso de Bernard muestra vívidamente la intolerancia a la tolerancia. Necesitamos más profesores y capellanes, como Bernard, trabajando con niños, no menos”, concluyó Andrea.