El bloque económico BRICS, compuesto por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, ha experimentado una reconfiguración significativa en 2024.
Durante una cumbre realizada en Johannesburgo, Sudáfrica, el año pasado, el grupo original decidió invitar a otros países a unirse, y el 1 de enero de 2024, Etiopía, Irán, Arabia Saudita, Egipto y los Emiratos Árabes Unidos se unieron oficialmente al bloque, mientras que Argentina, bajo la gestión de Javier Milei, fue el único país invitado que no aceptó ser parte del mismo.
Esta expansión es relevante debido a que los nuevos países que se unieron a los BRICS, tienen al Islam como la religión predominante y la mayoría de ellos son mencionados en la Lista Mundial de Vigilancia de los Cristianos, la cual es publicada anualmente por Puertas Abiertas.
La situación de la persecución cristiana en algunos de los países miembros del BRICS es preocupante. Por ejemplo, en Etiopía, Irán, Arabia Saudita, Egipto y los Emiratos Árabes Unidos se han reportado casos de persecución y violencia contra la comunidad cristiana.
Esta reconfiguración del bloque BRICS plantea desafíos significativos, dado que algunos de los países miembros tienen regímenes que promueven la persecución del cristianismo.
Aunque los BRICS tienen como objetivo central potenciar sus economías a través de acuerdos comerciales, políticas públicas, inversiones y establecimiento de empresas, la inclusión de países con graves problemas de persecución religiosa podría generar tensiones internas y plantear preocupaciones sobre la libertad religiosa y los derechos humanos en la región.
La unión de estos países a los BRICS podría tener implicaciones a nivel global, especialmente en lo que respecta a la dinámica geopolítica y económica. Se espera que esta expansión genere un cambio crucial en el equilibrio de poder y en las relaciones internacionales, lo que podría impactar en la estabilidad y el desarrollo de la región y del mundo.